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6 de octubre de 2024, 4:00 AM
6 de octubre de 2024, 4:00 AM

Hernán Terrazas/Periodista y comunicador

Falta menos de un año para las elecciones de 2025 y todavía no hay nada claro. El desgaste de 18 años de ejercicio del poder, con errores acumulados que hicieron crisis en el último tiempo, igualó las expectativas de los probables candidatos del MAS a los de la oposición.

Si las encuestas no mienten, Luis Arce, Evo Morales e incluso Andrónico Rodríguez, son parte de un pelotón en el que ninguno de los aspirantes llega al 20% de intención de voto, aunque en el caso de los oficialistas es obvio que, en lugar de subir, la tendencia es a que continúen descendiendo de la mano de las consecuencias de la crisis económica y otros factores.

En el caso de Evo Morales falta ver el impacto que tendrán sobre su deteriorada imagen las recientes denuncias sobre un supuesto caso de estupro, denunciado hace ya varios años, pero que se actualizó con una suspendida orden de aprehensión en su contra.

La orden de detención emitida por una fiscal de Tarija – destituida de inmediato por esa razón – insinúa que existían los elementos suficientes de prueba como para encarcelar a Morales, lo que deja abierta la posibilidad de que finalmente caiga sobre su eventual candidatura una “cruz” social y política decisiva.

Las posibilidades de Luis Arce en la elección que viene han ido reduciéndose con el tiempo.  Si antes de la crisis tenía razones para pensar en la reelección, ahora que los números juegan en su contra, no debería descartarse que elija dar un paso al costado en la carrera.

Con más del 80% de la gente en su contra y casi nulas opciones para revertir el mal momento económico en los próximos meses, al presidente no le queda ya el margen necesario como para pensar que el tiempo está de su parte. Por el contrario, cada día que pasa sin dólares, con precios más altos, desabastecimiento de combustibles e incendios no controlados, representa un punto menos en la libreta presidencial de calificación.

De Andrónico Rodíguez se dice que puede ser el candidato de consenso para superar las consecuencias de la disputa interna entre los “jefes”. Joven, profesional carismático y con cierto liderazgo en las bases cocaleras, la cosecha de respaldo de Rodríguez, sin embargo, no ha sido la que se esperaba, tal vez porque a estas alturas cualquier dirigente del MAS es más de lo mismo y porque, la cada vez más feroz guerra interna, está acabando ya con el instrumento político.

La situación de los opositores, por ahora, no es muy alentadora, aunque sumada la intención de voto de los que aparecen en carrera, representa alrededor de un 40%, lo que llevaría a pensar que una candidatura de unidad podría ser la solución. Las probabilidades de que ello suceda son bastante remotas, como dudoso es también que el o la aspirantes únicos concentren automáticamente el voto del resto.

La oposición no ha logrado construir un proyecto. Hay candidaturas dispersas con un discurso que gira prácticamente en torno al mismo tema: la economía.

Con mejores argumentos técnicos unos que otros, con mayor o menos experiencia en la gestión de los asuntos públicos, todos compiten en la dureza de su descalificación del adversario único – el MAS -.

Parecería, además, que la mayoría de los opositores coincide en que hay que mantener una estrategia de polarización, algo que no ha funcionado antes y que no tendría por qué funcionar ahora. Eso los lleva a concentrarse en los defectos del otro, una narrativa efectiva para la “guerra”, pero de muy pobre efecto sobre el ánimo de un electorado cansado de mirar batallas de las que cada vez se siente más ajeno.

Polarizar significa mantener a dos bandos en pugna. Ninguno hace nada por cosechar en las filas del otro. Prevalece la suspicacia de unos hacia los otros y, en ese escenario, lo que queda es cerrar filas en uno de los extremos, sin que sea posible romper el empate, como logró hacerlo el MAS en sucesivas elecciones pasadas.

Aunque sin duda es un tema central en la agenda pública y determinante en muchos sentidos, la economía no lo es todo si se quiere apostar por una narrativa que seduzca, persuada y finalmente convenza a un electorado más amplio del que ha formado parte siempre de “nuestro equipo”.

La sociedad es mucho más diversa y compleja, con causas y objetivos que involucran el interés de nuevas generaciones que ya no miran la realidad con el lente del “blanco y negro” de la polarización. No es cuestión de desempolvar discursos de otras épocas, sino de crear una manera de decir las cosas, de construir una nueva simbológia capaz de reflejar cómo quiere la gente que sea su vida hacia delante. Una vida que, además del “bolsillo”, implica la calidad del aire que respira, la formación que recibirán sus hijas e hijos, su seguridad, la libertad de decidir sobre su cuerpo y su género, entre otras muchas cosas.

Es con plata, si, con democracia, libertad, justicia, pero el abanico de aspiraciones es mucho más amplio y en ese campo temático, no explorado hasta ahora, ni recogido por ningún proyecto, puede estar la diferencia que marque el otro lado al que se quiere llegar en esta transición. Tal vez sea la falta o ausencia de esa lectura, reflejada en propuestas y en una narrativa sensible, la que mantenga todavía a la sociedad a la mitad del puente.